miércoles, 24 de julio de 2013

Gente

"La gente" suena a un concepto de esos que inventamos como "el mercado". Esa personificación de un colectivo, masificado que lo es todo pero es nadie. Entonces normalmente pienso que "la gente" me da un poco de hastío (bastante) y que son las personas específicas y no "la gente" con la que me relaciono. Porque como humana, la gente me (nos) cae (caemos) mal. 

Pero a veces hay cosas casuales que me dan la sensación de no ser extraña (más allá de los pequeños círculos en los que me muevo, donde el mundo es pequeño y manejable, muy accesible, a veces virtual, a veces liviano, a veces justo con las interrupciones necesarias), cosas como las pequeñas pláticas casuales con desconocidos. Desconocidos vivos y llenos de "algo" (utilizo acá una abstracción totalmente indefinida, porque las palabras y yo, ya no nos llevamos tan bien).

Mis favoritas son con los taxistas, como ya he contado. Pero también hay gente que se sienta a la par de uno. Gente que le vende cosas. Gente que hace que me gusten las personas, aunque no "la gente".

Taxista camino al aeropuerto. 

Llega 20 minutos tarde. 

¿Se tardó, no?
No. Si yo pensé que venía temprano. 
No. 

Resulta que la empresa de taxis le dieron mal todo (incluido mi teléfono). Se disculpa. Me ofrece poner la música o la estación que quiero. 

¿A dónde va? A Monterrey. ¿Qué le gusta más, allá o acá? El D.F. [nunca preguntó porqué iba]. ¿Por qué le gusta más? X, XX y XXX. Además cuando uno anda a pie, le comento, los coches se le tiran. Yo pensé que en el Norte eran más respetuosos, de eso se jactan. Pues no, le digo. La ciudad parece estar hecha para los que tienen carros, le explico. 

No deja que haya silencio y empieza a contar sus propias historias de no-conductor. Su capacidad de empatía, a pesar de ir al volante. Fue alguna vez ciclista. Casi lo atropellan. Pero no era como "hoy" la cultura del ciclismo. Hablamos de los peatones. Le digo que hay que educar a los peatones y a los ciclistas también. Me dice que como conductor [empático] nunca había pensado eso. 

Me quiso hacer un descuento por la llegada tarde. Me deseó buen viaje. 

Chica en la estación Polifórum.
El terrible mensaje en la pantalla de "tarjeta inválida" para entrar al metrobús. Yo vuelta loca /sólo tengo un billete de 200 pesos, sin cambio, en la tarjeta habían 20 pesos de pasaje/. Empiezo a buscar el celular o algo para ver si llamo a mi amigo que me acaba de dejar la estación. Dejo el bolsón en el piso y empiezo a buscar. Estoy viendo hacia abajo. 

¿Se te invalidó la tarjeta?
Sí, digo mientras la veo incrédula.Veo que está del lado de afuera del torniquete, que acaba de salir.
Yo te paso, me dice. Sé lo que se siente. Me ha pasado muchas veces. 

Se acercó de nuevo al torniquete. Puso su tarjeta. Dije muchas veces gracias. Muchas. 

Taxista (otro) en la ciudad.
No. Ya no lee los diarios, me dice al ver un vendedor de algún periódico de esos chiquitos que se me olvidan los nombres y que suelen ser muy sensacionalistas. No le gusta el fútbol. No le gusta la televisión. Que el futbol y esos programas de televisa adormecen a la gente, explica. Pero que no entienda mal, no está en contra de Televisa porque le vaya al Peje. Que ese señor también tiene sus dudas y no le cree mucho. 

Que el ve películas. En el DVD. Con su esposa. Que les encanta a los dos. Que su manera de relajarse es esa, no necesita más y no ve la tele. Yo tampoco veo mucho la tele, le digo que veo muchas cosas online, en internet. Que ve videos, que aunque no se pueda creer, llega y pone videos en youtube de automovilismo. La gente me critica, que ando todo el día en la calle y que llego a ver carreras de fórmula 1. Pero me encantan los coches. Es más, me dice, mientras saca su celular emocioado, este es mi ringtone [se oye un ruido de un carro de carreras].

Que son una pareja mayor, sola. Los hijos ya se fueron. Ya están grandes. Pero aunque no les gusta la fiesta, no son aburridos. Que cuando quieren bailar (les encanta toda la música del mundo y tienen una colección abastecida entre él y su mujer a disposición) abren un tequila y bailan los dos solos en el apartamento hasta quedar borrachos. 

Ese trayecto me costó 30 pesos. 
La sonrisa fue gratis.


Y esos son mis anónimos, mi oleaje de ciudad. Particulares que saltan efervescentes. Pero que ya se me perdieron entre "la gente". Hay días que el mar está más bravo que otros. Igual, estoy empezando a pensar, siempre puede ser buen paisaje.



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